Algunas consideraciones sobre los seismiles «fáciles».

El Huayna Potosí («pequeño cerro» en lengua quechua) es una montaña hermosa. Su silueta piramidal, airosa y bien individualizada, atrae la mirada. Tanto, que ya en 1919 fue conquistado por los alemanes Dients y Lohse. En 1877 se llevó a cabo una tentativa, por una cordada también alemana, fallida y con trágico final. Hoy esta montaña alberga diversas vías de dificultad, tanto a su cumbre norte, la principal, como la Ruta Americana de la cara Oeste (D), o la Ruta de los Franceses a la cumbre Sur (5960 m, AD), que comparte buena parte de su recorrido con la vía normal, hasta unos 5600 m. Esta ruta normal es considerada «fácil» por muchos, y se ha popularizado como primera experiencia por encima de los 6000 m entre turistas y mochileros. No es difícil de entender, cuando La Paz está llena de agencias que ofrecen la ascensión guiada, prácticamente a diario durante la temporada alta, con posibilidad de alquilar todo el equipo y la ropa necesarios, y transporte y manutención incluidos. Todo ello por un precio extremadamente competitivo para un occidental, que yo recuerdo en torno a 100 dólares, en un grupo de 4 a 6 personas.

En mi opinión, el Huayna Potosí no es en absoluto una montaña para principiantes. De hecho la vía normal está cotada PD. Es «fácil» comparado con otros seismiles de la Cordillera Real, pero en el resto de los Andes hay un buen puñado con grado inferior. Cierto, tiene una logística simple, la Paz está muy cerca, y una buena carretera te lleva muy arriba, a 4700 m, que la hace factible en un solo día para cordadas potentes. Para los comunes mortales, hay refugios tanto en el punto de partida como en plena ruta. De este modo se puede dividir la ascensión en dos jornadas, con un día de cumbre de «sólo» 900 m de desnivel (incluso menos si se pernocta en Campo Argentino), con regreso a La Paz en la misma jornada. Y en alta montaña rapidez suele ser sinónimo de seguridad. Y es «bajo»; esos 400 m de menos al Sajama o el Illimani se notan en el cuerpo. Pero se trata de un pico con un vasto aparato glaciar, grandes grietas, tramos de fuerte inclinación y una arista terminal muy expuesta y objetivamente peligrosa. La huella suele estar perfectamente marcada, lo cual minimiza los riesgos, pero en absoluto los elimina.

Una segunda consideración es la de los guías, Muchos de los que trabajan con estas agencias carecen de titulación homologable a la europea. Comenzaron como cocineros para las cordadas de turistas, luego ascendieron a asistentes y finalmente a «guías». Ojo, esto no significa que sean unos estafadores ni unos incapaces. En estas montañas «remotas» el conocer la ruta y los secretos de la montaña, así como la experiencia con otros grupos anteriores, tiene gran valor. Pero mi propia experiencia con mis guías en el Huayna Potosí, y con las cordadas con las que compartimos ascensión, es la de que mejor no caerse en una grieta o resbalar pared abajo. Porque es bastante probable que el guía no sepa bien cómo resolver el problema, y que ni siquiera disponga del material necesario. Por ello, yo nunca acometería esta subida sin un mínimo de experiencia en terreno glaciar. Por si fuera poco, en caso de emergencia no hay (o al menos hasta hace muy pocos años no lo había) un retén de respuesta rápida, lo que dificulta los rescates.

Y a pesar de todo, sí, el Huayna Potosí fue mi primer seismil. De los cinco que he coronado hasta ahora, el menos fatigoso físicamente, pero también el más insidioso técnicamente. El Chimborazo tiene una larguísima rampa, muy pendiente, que requiere atención al bajar, pero nunca tuve la sensación de peligro de la arista terminal del Huayna. Vayamos al tema.

La ascensión.

Tras mi regreso de la aclimatación en los picos Austria e Ilusión, y hasta la salida hacia el Sajama y el Parinacota, me encontraba con un hueco de días libres que decidí aprovechar para visitar el Huayna Potosí en versión low cost. Así que curioseando por el barrio de Sagárnaga, hasta dar con una agencia que inspirase una cierta confianza, que encontré en una galería comercial no lejos de la Iglesia de San Francisco. Allí me facilitarían todo el material de montaña que me faltaba, amén del transporte y guiaje durante dos días, por en torno a cien euros. La salida, el día siguiente.

Plano de la ascensión, desde la carretera del Paso Zongo.

16 de Junio. Aproximación al refugio.

El tiempo meteorológico parece por fin estabilizado, y de buena mañana la furgoneta de la agencia me recoge en el hotel. Tras realizar alguna parada más para completar el grupo (de lo más variopinto, incluyendo franceses, gringos e israelíes), enfilamos la ruta del paso Zongo, por una buena carretera sin asfaltar que regala magníficas perspectivas de la Cordillera Real. También pasa por aquí una línea eléctrica de primera magnitud que aprovecha la energia hidroeléctrica de los torrentes que bajan de las cumbres heladas a la vecina selva de los Yungas.

El Huayna Potosí desde la carretera del Paso Zongo, detrás de la laguna Jankho Khota.

Al cabo de una hora y media, alcanzamos los 4700 m del Paso Zongo. Este punto también puede alcanzarse usando la línea de bus de los Yungas (Yungueña), que parte de El Alto, una vez al día. Aquí cerca hay un par de refugios donde es posible comer, pernoctar, y contratar porteadores. En las orillas del vecino Lago Zongo, donde se ubica la primera represa de los Yungas, se encuentra el refugio Huayna Potosí, algo más caro, que ofrece similares servicios.

Nuestro punto de partida.
El Lago Zongo, muy próximo, ya en la vertiente amazónica.

Nos preparamos y abrigamos antes de emprender la subida por el bien marcado sendero. El Huayna nos domina hacia el norte, justo encima de nosotros, mientras el Calacruz (5230 m) y el Charquini (5392 m) cierran el paso por el lado sur.

El poderoso Huayna Potosí sobre el paso Zongo.

Partimos siguiendo el marcado sendero que sube hacia la morrena, con pendiente bastante suave. Alcanzamos más arriba terreno detrítico de un antiguo glaciar y una laguna de fusión, juntándose el sendero con la variante que sube desde el Lago Zongo, y aumentando su inclinación. Recorremos íntegramente la cresta de una gran morrena, en dirección oeste, al final de la cual encontramos un punto de control del Parque, donde debemos abonar 20 bolivianos (unos 2 euros) como tarifa de entrada.

Progresando hacia el refugio

Hemos tardado aproximadamente una hora y la senda comienza a subir fuerte por terreno más rocoso, trazando algunos zigzags. Se nota la nieve caída los últimos días, que ha cubierto un camino que normalmente, en esta época, debería estar limpio. Voy cómodo, a buen ritmo, la aclimatación parece haber funcionado… El israelí del grupo, que anda de viaje por el mundo tras haber sido licenciado del servicio militar, las está pasando canutas. otro más de los muchos que pasan en un día del turismo mochilero al andinismo sin mediar preparación específica. Afortunadamente para él, el día siguiente se encontraría bastante mejor. Finalmente alcanzamos nuestro objetivo del día, el refugio ubicado en el antiguo «Campamento Roca», a 5150 m, en algo menos de dos horas desde la carretera. De reciente construcción, está gestionado por guías locales. El precio estaba incluido en el paquete que había adquirido, parece que si se va por libre era de 80 bolivianos. Con dos pisos, literas, una carpa-cocina y un rudimentario baño en el exterior, lo encuentro más que aceptable, casi lujoso para lo que me habría esperado. La tarde es espléndida y las vistas desde aquí soberbias, tanto hacia la montaña como hacia el valle. El gigante Illimani (6462 m), el más alto de la Cordillera Real, asoma al sureste, y a nuestros pies el valle del Yungas aparece flanqueado por montañas nevadas.

El Refugio de Las Rocas.
Vista desde las inmediaciones del Refugio hacia el Lago Zongo. Se aprecia un refugio muy cerca del punto de partida, y el lago de fusión del Glaciar Viejo, que hemos flanqueado. En el horizonte, semioculto por las montañas más cercanas, despunta el Illimani.
El airoso Cerro Tiquimani (5519 m), hacia el norte, dominando la carretera de Yungas.
Las abruptas escarpaduras del lado occidental del Huayna Potosí.

La tarde-noche transcurre plácidamente, entre mates de coca y relax, hasta la hora de la cena y acostarse temprano, con vistas a la exigente jornada de cumbre.

17 de Junio. Cumbre (6088 m) y regreso a La Paz.

Ruta íntegra de ascensión vista dede el Norte, con la cumbre en primer plano. Indicados los puntos clave, el Refugio, el cruce de la Pala Chica y la cresta final.
Vista de la ascensión desde el Sur.


Típico madrugón de las grandes ocasiones. He pasado buena noche y cuando partimos sobre las 3 de la madrugada me encuentro con buen ánimo. Nuestro grupo, con dos guías, forma otras tantas cordadas. Yo voy con Olivier, parece que nos han elegido para formar parte de la cordada «fuerte». La primera parte, sencilla, nos conduce al plateau de Campamento Argentino (5250 m), donde comienza el glaciar. Aquí, con posterioridad a la fecha en que llevé a cabo la ascensión, se ha construido un nuevo refugio, lo que sin duda facilita ulteriormente el acceso al pico.

Ya encordados, con piolet y crampones, yendo atentos a la posible presencia de grietas, avanzamos con rapidez remontando el valle, en dirección noroeste, hasta casi su final. En este punto se abandona la traza hacia la cumbre meridional y se dobla a la derecha para afrontar el primer punto delicado, y objetivamente peligroso, del recorrido. Se trata de una pared glaciar de unos veinte metros de altura, con una pendiente de hasta 60º , y con profundas grietas a ambos lados. Es la Pala Chica, a unos 5700 m de altitud. La oscuridad, apenas matizada por el inico del crepúsculo, exige concentrar el haz de la frontal en cada paso que se da aquí. Los peldaños excavados por decenas de botas facilitan la tarea, pero se exige máxima atención en este breve tramo. El guía asegura arriba, pero prefiero no ponerlo a prueba.

Una vez superado este paso, proseguimos por un largo y relativamente suave rodeo de la cara noreste. El horizonte frente a nosotros comienza a teñirse de púrpura. Con la cumbre a nuestra izquierda, una pendiente que nos deja sin aliento nos deposita en la cresta norte. Frente a nosotros, un abismo, a la derecha las nubes ocultan la Amazonia y reflejan las primeras luces del día que nace. Y a la izquierda, la huella que nos conduce a la cumbre, tallada sobre el filo de un cuchillo. Una trinchera de pocas decenas de centímetros de ancho, con caída directa hacia el lado izquierdo por la vertiente que hemos recorrido, y una cornisa que nos llega poco más arriba de la cintura que nos separa del precipicio hacia la derecha. Pasamos autoasegurándonos con el piolet al lado contrario de dicha cornisa. Un pie detrás de otro, despacio, otro paso más, hasta alcanzar el punto más alto, con sensación de alivio y una inmensa alegría. Son las siete menos cuarto, hemos subido muy rápido, estamos solos.

Video en la cima del Huayna Potosí.

Arriba hace mucho frío. La luz gélida hace resplandecer el níveo sudario de la montaña mientras el altiplano empieza a revelar sus tonos ocres extendiéndose hasta la lejana Cordillera Occidental. Un primer seismil para recordar, donde todo ha salido bien. Recorremos de vuelta la expuesta cresta y encontramos a nuestros compañeros. Los esperaremos en el refugio para celebrar juntos el éxito de la cima. Después, descenso veloz hacia el Paso Zongo y La Paz. Las sensaciones con vistas al Sajama son excelentes. Pero eso es tema para otro relato.

Nota: El último tramo hasta la cumbre admite una alternativa que evita la cresta norte. Para ello, se apunta directamente a lo más alto remontando la «Pala Grande», una pendiente de gran inclinación que nos deja un poco al sur de la cima.

Tramo final con las dos rutas posibles a la cima.

Datos técnicos:

Longitud: 12 km i/v

Desnivel: 1400 m

Tiempo: 3-8 h desde el refugio.

Grado: PD. Recorrido glaciar, con riesgo de grietas, tramos de escalada hasta 60º y exposición.

Material: Cuerda, arneses, casco, piolet (dos podrían ser útiles), crampones, cordinos y mosquetones para rescate y aseguramiento.

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