La aclimatación en el macizo del Condoriri y en el Huayna Potosí había sido exitosa y prometía cara a los grandes desafíos de la expedición, rondando los 6500 m en la Cordillera Occidental. En este terreno, bien distinto a la Cordillera Real, las dificultades son menos técnicas y más relacionadas con la gran altitud. Los glaciares tienen menos grietas y más penitentes. Al margen opuesto del Altiplano, estas montañas no lindan con la exuberante Amazonia, sino con el desierto más árido del mundo, y su naturaleza volcánica les otorga una prominencia superior a la de los colosos de la Cordillera Real.

19 de Junio. Viaje a Sajama pueblo.

Es así que el 19 de Junio Bernardo me recoge en el hotel de La Paz para dirigirnos al diminuto núcleo de Sajama, ubicado dentro del Parque homónimo, que toma su nombre del volcán del mismo nombre y gran objetivo del viaje. El trayecto es bastante sencillo, hay que tomar la Ruta 1 dirección a Oruro hasta Patacamaya. Esta bulliciosa localidad se ubica en el cruce de las carreteras de Oruro y Arica, y ofrece múltiples posibilidades de avituallamiento en pequeños negocios y puestos callejeros. Nos detenemos para hacer algunas compras y proseguimos dirección a la frontera chilena por la Ruta 4. El cono nevado del Pico Sajama se divisa desde lejos, y es emocionante cuando la carretera pasa próxima, bordeándolo por el sur.

En ruta hacia Sajama pueblo, el gigante de Bolivia nos contempla.

Unos 260 km después de salir de La Paz, y a sólo 15 km de la aduana de Tambo Quemado, se encuentra el desvío hacia el pueblo de Sajama. Al entrar en el área del Parque hay que abonar una pequeña tasa, de unos dos dólares. Finalmente, unos 12 km desde el cruce con la carretera internacional, alcanzamos el pueblecito de Sajama, prácticamente un campamento del Lejano Oeste, con edificios dispersos, muchos de ellos con los techos de paja propios de la arquitectura aymará. La Iglesia de la Natividad, pequeña y coqueta, es de gran belleza.

La Iglesia de la Natividad, de característica factura aymará.

El modestísimo hotel se encuentra cercano a la iglesia. las habitaciones son espartanas, pero cuentan con mantas y baño con agua caliente. Aquí cabe hacer un inciso. En Sajama no falta alojamiento. Aunque esta región de los Andes está muy lejos en cuanto a masificación de la Cordillera Blanca, el Cuzco, los volcanes ecuatorianos, no digamos el Aconcagua…, hay un incipiente turismo que llega aquí atraído por los paisajes, las termas, y por supuesto los colosos volcánicos: Sajama sobre todo, y en menor medida Parinacota y Pomerape. Contratar transporte privado sigue siendo la opción más cómoda, y razonablemente económica, para llegar hasta aquí. Si se quiere llegar desde La Paz en transporte público, será necesario tomar el autobús de Arica y solicitar al chófer que nos pare en el cruce de Sajama, recorriendo el tramo restante a pie o en auto-stop, o llegar a Tambo Quemado y buscar aquí quien nos acerque al pueblo. Otra alternativa es coger el autobús de Oruro, bajarse en Patacamaya y esperar aquí al único autobús diario que llega a Sajama.

Letrero indicador a la entrada del pueblo.

El resto del día exploro los alrededores del pueblo mientras Bernardo busca burros y arrieros para transportar la impedimenta hasta el Campo Base el día siguiente. Resulta más difícil de lo esperado, pero afortunadamente se acaba resolviendo el problema.

El Nevado Sajama domina el pueblo. La aproximación discurre por el valle entre las dos montañas en primer plano.

El pueblo está dominado por los gigantes del Parque, mis objetivos, hacia el este el Volcán Sajama (6542 m), hacia el oeste el Parinacota (6350 m), acompañado de su hermano, el más bajo pero también más complejo Pomerape (6282 m). El abrupto Anallajsi (5750 m), bien cargado de nieve, se divisa hacia el horizonte norte. No me da tiempo para acercarme a las termas, quedará para la vuelta…

Parinacota (izqda.) y Pomerape, con sus cumbres cubiertas por las nubes. Al oeste de Sajama pueblo encontramos bofedales y llanuras donde predomina la paja brava (Festuca orthophylla)

Aunque hoy el tiempo es muy bueno, este mes de Junio nos ha salido definitivamente «raro», y parece que en tres o cuatro días hay previsto un cambio de tiempo que complicaría mucho nuestros planes. Así que nos venimos arriba por pura necesidad y planeamos atacar primero el objetivo principal, el Sajama, y dejar para más tarde el Parinacota. El primero es más difícil, con 200 m más de cota, algunas grietas, y pasos de arista muy expuestos en el glaciar. Pero en fin, vamos a por todas. Además, reduciremos la ascensión a dos días, en vez de los tres habituales. De Sajama, a 4250 m, iremos directos al campo alto, a más de 5500 m, saltándonos el Campo Base. Contando todo el desnivel acumulado, 1400 m positivos. Los burros transportarían el grueso de nuestro equipo hasta el CB, a 4800 m de altura y unos 8 km de distancia del pueblo. Desde aquí deberíamos subir bien cargados con tiendas, sacos y demás impedimenta, para al día siguiente salvar los durísimos 1000 m de desnivel finales hasta cima, descender al CB, donde nos estarían esperando los arrieros, y volver al pueblo. Para salir la jornada sucesiva hacia el Parinacota. Una salvajada.

El Nevado Anallajsi, hacia el Norte. En primer plano, el bofedal aparece cubierto de otra de las plantas características del Parque, la thola (Parastrephia lepidophylla).

Así que, ya resuelta la logística, llega la hora de la cena. Comemos bastante decentemente en un lóbrego comedor, hace frío y fuera ya está oscuro. A esta altura, y faltando sólo dos días para el solsticio de invierno, ¿qué otra cosa cabría esperar? De vuelta al hostal me ducho antes de echarme a dormir. Fuera, el más profundo silencio, sólo roto de vez en cuando por el ladrido algún perro insomne.

20 de Junio. Campo alto del Sajama.

Mapa y perfil de la ruta hasta el Campo Base (en rojo) y de ahí al Campo Alto (en verde).

Me despierto temprano, desayunamos y entregamos el grueso de la impedimenta a los arrieros, portando con nosotros tan sólo el mínimo imprescindible para alcanzar el CB. Partimos caminando desde el pueblo en dirección este, siguiendo una pista que pronto se transforma en buen camino.

De buena mañana, me encuentro esta bella vista saliendo del hostal.
Los burritos que transportarán nuestras cosas.

Vamos penetrando en el amplio valle custodiado por el gigante y flanqueado por dos «montañitas» de unos 5000 m. Atravesamos el que me cuentan que es el bosque a mayor altura del mundo, formado por queñuas (Polylepis ssp.), de porte arbustivo.

Ya al poco dee salir de Sajama nos adentramos en el «bosque» de queñuas.

El camino es verdaderamente agradable, nunca demasiado inclinado. La visión constante del nevado es emocionante. Ahí, tan cerca, y tan imponente. No es cosa de poco.

Bernardo por delante de mí. El sendero discurre a los pies de la montaña que cierra el valle por la derecha,

A unos 4600 m dejamos a la izquierda el desvío hacia el cerro Huisalla (5020 m). Seguimos ascendiendo con algo más de pendiente, entre queñuas y pajas bravas, por terreno arenoso. Poco a poco el panorama se va abriendo y nos permite adivinar nuestra vía de ascensión a la montaña, siguiendo la arista NW, a la que se accede desde un rellano por encima de la cresta detrítica que domina el CB.

Acercándonos al collado antes de bajar al valle donde se enclava el CB. La ruta al Campo Alto (indicado con la flecha) está marcada en rojo. La ruta a cumbre, en azul.

La pendiente va cediendo según nos acercamos al «collado», que realmente es más bien el cruce de la modesta cresta por encima del alto valle del río Aychuta. Allí, a 4800 m, en las inmediaciones de un modesto humedal, se ubica el campo base. Desde aquí el camino de subida salva el risco que defiende el acceso a la arista por su extremidad oriental, donde la roca adquiere una tonalidad clara.

Desde las inmediaciones del CB, el Nevado Sajama domina el valle del río Aychuta.

Un breve y cómodo descenso nos conduce al CB, después de 1h 45 min de caminata. Hemos ido veloces, las sensaciones son óptimas. Hay aquí varias pircas que ofrecen protección contra el viento, y agua potable. Encontramos varias tiendas, aunque el campo no se encuentre particularmente concurrido. Hay aquí un grupo de argentinos, tan ruidosos como cabría esperar, que planean subir hoy mismo al Campo Alto. Es llamativo que todavía no hayan salido; al día siguiente entendimos que esta tardanza no era algo excepcional.

Tiendas en el CB.

Existe otro buen camino que llega desde Sajama a este lugar, y que parte desde la carretera, 4 km al norte de la población, remontando todo el valle del torrente Aychuta. No tardan en llegar los arrieros con nuestro equipaje, descargamos los burros, organizamos las mochilas y aprovechamos para almorzar.

Los burros, disfrutando de un bien merecido refrigerio después del trabajo. La ruta al Campo Alto remonta la rampa en el extremo izquierdo de la foto.

Bien cargados, tras una hora larga de pausa, reemprendemos la marcha para afrontar el duro tramo que nos queda hasta el Campo Alto, 800 m verticales por encima de nosotros. Nos repartimos el material común de campamento, tiendas, sacos, hornillo… Partimos por la orilla norte del torrente para evitar una zona fangosa y pronto el sendero ataca la ladera, subiendo raudo y trazando una curva por terreno rocalloso hasta alcanzar el rellano detrás de la cresta. Ya hemos superado los 5000 m de altura. Desde aquí las vistas hacia el oeste son grandiosas. El camino prosigue ascendiendo en dirección NE durante algo más de un kilómetro hasta que, a unos 5250 m, gira bruscamente 90º para encaramarse a la arista NW del coloso.

Bernardo alcanzando el punto donde el camino gira para entrar en la arista.
Desde este punto Parinacota y Pomerape dominan el horizonte. Obsérvese más abajo, a la izquierda, el penacho rocoso que corona la cresta sobre el valle de Aychuta.

El terreno se vuelve más duro, debiendo atravesar zonas de grandes bloques sueltos que dificultan el avance bajo el peso de nuestras voluminosas mochilas.

Inicio de la ruta por la arista NW del Nevado Sajama.

El cono somital, de blanco refulgente, nos observa desde lo alto, parcialmente oculto por unos farallones rocosos enclavados en el filo mismo de la arista. Hacia allí nos tenemos que dirigir, para bordearlos por su izquierda. La traza es fatigosa, pero no presenta peligros relevantes ni gran exposición. Alcanzados los farallones, su flanqueo exige una cierta precaución; es aquí que encontramos los primeros neveros. Finalmente los dejamos atrás y muy pronto llegamos a la plataforma pedregoso donde se ubica el Campo Alto, a casi 5600 m. Son las cuatro de la tarde y me siento estupendamente, tengo la sensación de estar en la mejor forma física de mi vida, y que mañana la cumbre no se me puede escapar.

Vista hacia el Norte desde el Campo Alto.

Naturalmente el panorama está a la altura de lo esperado. Hacia el Norte, el altiplano y las montañas lindantes con el Perú. Por encima, empieza lo serio. La parte alta de la montaña, una arista de nieve de gran inclinación pero aparentemente inocua, se encuentra defendida por una barrera rocosa que se salva por una canal helada que sube hacia la izquierda, muy pendiente y de notable exposición. Por ahí habrá que pasar, de noche, y con el cuerpo aún adormecido.

En el Campo Alto, dominado por los dos «cuernos» rocosos. Entre ellos habrá que pasar para ir a buscar la arista de nieve.

Tenemos un cierto margen de tiempo, pero nos apresuramos a montar las tiendas en los mejores emplazamientos. Más tarde, ya de noche, llegarían los argentinos, que se colocarían algo más arriba. Cenamos y nos vamos a dormir. En unas horas, a las dos de la mañana, nos levantaremos y yo podré superar la cifra mágica de los 6500 m, menos de una semana después de haber alcanzado los 6000 por primera vez. O al menos eso creo.

21 de Junio. Regreso a Sajama.

La noche puede ser muy larga. A 5600 m, se descansa en un duermevela confuso. La excitación, la incomodidad, la sensación de frío, el aire que falta y que se aspira con ansia… De vez en cuando se sueña, y sueños y percepciones reales se entremezclan. Hay luz de luna y puedo ver el interior de mi pequeña The North Face sombríamente iluminada por un resplandor lechoso. El viento bate la lona de la tienda sobre mi cara. ¿Estoy soñando?

Recupero la lucidez cuando la silueta del sobretecho desgarrado azotado por el vendaval y tremolando sobre la pared interna me hace comprender el motivo de que la luz de la Luna me haya despertado. Permanezco unos minutos desconcertado y valorando qué hacer. Pero Bernardo ya ha salido de su tienda, a la que le ha sucedido lo mismo. Hay que desclavar las piquetas para impedir que el viento termine de destrozar las tiendas, y a continución utilizarlas como funda de vivac. No queda más opción, pero me resulta imposible dormir. Siento una claustrofobia agobiante, me falta el aire, más de una vez debo descorrer la cremallera y sacar la cabeza para liberarme de la sensación de ahogo. Llega la hora de levantarse y no he pegado ojo, Bernardo me concede una hora extra que de nada me sirve, y cuando finalmente reaparece con un escueto «¿Qué, salimos?», yo me siento incapaz de responder afirmativamente. Estoy psicológicamente exhausto. Él no insiste y me consuelo pensando que el Parinacota está esperando, y que si hoy siguiéramos hacia la cumbre del Sajama probablemente me faltarían las fuerzas para coronar un segundo seismil en dos días. Uno u otro. Decidido, entonces. Pero esa misma mañana, mientras descendíamos en silencio, y hasta hoy, no dejaba de pensar que probablemente sí, habría podido llegar a la cima. Mientras abandonamos el campo base, ya cargados los burros con los equipajes, distinguimos arriba, sobre la arista y no lejos de la cumbre, las siluetas de algunos escaladores ascendiendo. Los argentinos, sin duda… Pasamos ya de las tres de la tarde, así que probablemente se les echará encima la noche durante la bajada. Pero un poco de envidia sí me dan. La mágica barrera de los 6500 m debería esperar… diez años.

22 de Junio. Volcán Parinacota (6350 m).

Aproximación vehícular a la ruta al Volcán Parinacota.

Casi sin tiempo para reposar, sólo tomar una cena tempranera y dormir, esta vez al reparo del viento y en una cama en condiciones, toca volver a subir, y ahora en serio. El cambio de tiempo amenaza y nos concede una sola ocasión para conquistar la cumbre del Parinacota. De nuevo en plena noche, partimos en el jeep de Bernardo para recorrer los aproximadamente 18 km de pista que nos dejan en el punto de partida de la ruta del Parinacota, a unos 4850 m de altura. Hay aquí un aparcamiento, y está prohibido proseguir más allá con medios motorizados. Estas normas son susceptibles de cambiar, siempre es recomendable preguntar en el pueblo, o a la entrada del parque, antes de emprender la ascensión.

Echamos pues a andar por un camino ancho y fácil que entra en el valle que separa las cumbres gemelas del Parinacota y el Pomerape, los Payachatas. Estos dos hermosos volcanes tienen su propia leyenda, y los antropólogos seguramente reconocerán un patrón común en muchas culturas. Érase una vez dos tribus vecinas que sostenían una enemistad encarnizada. Pero un buen día el príncipe de la una y la princesa de la otra se encuentran, el flechazo es instantáneo y se enamoran apasionadamente. Sus familias les presionan, los caciques intrigan y los hechiceros invocan a los espíritus, pero nada puede con el amor de los jóvenes. Ante ello, el último recurso es el asesinato, que desata la ira de los dioses en forma de diluvio, el cual acaba anegando ambas ciudades y creando las lagunas de Chungará y Cotacotani (en el lado chileno). Como homenaje a los príncipes y su amor eterno, emergen dos tumbas de blanco reluciente por encima de las lagunas: los volcanes Parinacota y Pomerape.

Ruta normal de ascenso por la cara noreste.

El camino pasa junto a un refugio (normalmente cerrado, preguntar en el pueblo si se desea hacer uso de él) en las inmediaciones del campamento base, ubicado a casi 5200 m de altitud. Poco después el sendero traza un giro de 90º, toma dirección SW y ataca derecho el flanco nororiental de la montaña. El amanecer nos encuentra en medio de este vasto pedregal, donde la tenue traza que seguimos zigzaguea para hacer un poco más llevadera la durísima pendiente. Voy lento, lento, el esfuerzo acumulado se hace notar. A unos 5800 m empieza el glaciar. No encontramos grietas, los penitentes no suponen ningún problema y la nieve se encuentra en buenas condiciones. No nos encordamos siquiera. Pero, ¡qué duro es esto! Empiezo a contar los pasos entre constantes paradas para tomar aliento. No tengo ánimo para tomar fotos, sólo deseo que este sufrimiento termine. Y son las diez y media cuando, finalmente, concluye.

Finalmente en lo más alto.

La visión del cráter es sobrecogedora, vertiginosa. Paredes casi verticales que se precipitan doscientos metros, cubiertas de placas de hielo y de sedimentos sulfurosos. A mi alrededor el altiplano y otras grandes montañas, Pomerape, Sajama, Acotango, Guallatiri. El confín con Chile se encuentra a escasos metros. Sopla viento y el cielo velado augura el cambio de tiempo previsto. Y yo me siento exhausto, me cuesta mantenerme de pie para la foto de cumbre que Bernardo me hace. Sólo quiero descansar. Es curioso cómo a veces la gran fatiga, la confusión mental propia de estas altitudes, ahoga el sentimiento de júbilo que uno esperaría al alcanzar finalmente la cumbre anhelada, tras tantos esfuerzos. Es algo después, durante el rápido descenso, que empiezo a saborear el logro.

El interior del cráter, al fondo se adivina la cumbre nevada del Acotango.
Vista en dirección oeste, hacia Chile.

El regreso no opone complicaciones, aunque el tramo final ente el CB y el coche se hace largo, hace calor y nos hemos quedado sin agua. Regresamos a Sajama, almorzamos y esa misma tarde puedo disfrutar de un relajante baño en las termas. Fin de la expedición y de los padecimientos físicos, llega la hora del turismo y el dominguerismo más desvergonzados. Hay tiempo para todo…

Datos técnicos:

Longitud: 12 km i/v

Desnivel: 1500 m

Tiempo: 8-12 horas.

Grado: F+. Recorrido glaciar, con hasta 40º de inclinación.

Material: Piolet y crampones. Cuerda, arnés, algún cordino y mosquetones si el glaciar está agrietado.

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